La belleza...


La belleza del mundo es tan frecuente,
tan desinteresada de sí misma,
que hasta se desvanece en certidumbre,
y acaba por nublarse a nuestros ojos.
Por eso es un pecado
de extrema ingratitud 
no dar las gracias en alto 
con la voz del pensamiento
y con la muda fe de los sentidos.

Carlos Marzal