Abre los ojos...


Abre los ojos, y cada vez que des un paso, hazlo de cora­zón.
Abre los ojos den­tro de ti, en esta fas­ci­nante ciu­dad del cora­zón. Mira a tu alre­de­dor y con­tem­pla estas pre­cio­sas ave­ni­das. Y mira cómo se acerca a ti la paz. Qué­date quieto. Qué­date muy, muy quieto, para que la paz pueda encon­trarte. No te mue­vas. No te muevas…

Deja que se acer­que, deja que te aca­ri­cie, deja que te envuelva.
Deja que ese mara­vi­lloso amor que nace en tu inte­rior se acer­que y te abrace. Qué­date quieto… muy, muy quieto.

No te escon­das en un rin­cón, en una idea, en un sueño. Sitúate en la calle más ancha, en medio del cruce más tran­si­tado.
Qué­date a la vista, y qué­date muy quieto.

No fin­jas haber des­a­pa­re­cido.
Este no es el momento… Cual­quiera de los días que se te dan, es un día en el que pue­des visi­tar la ciu­dad del cora­zón y no es momento de hacerte el tímido. No.
Es momento de estar visi­ble, de estar tan pre­sente como tu vida, como tu aliento. Estar pre­sente.
Tu exis­ten­cia está a la luz, no escon­dida bajo una roca en la mon­taña.
No se esconde bajo la hierba en medio de un fron­doso bos­que.
Está aquí, es una clara reali­dad. Tu bús­queda tam­bién es clara, siem­pre lo ha sido… y sigue per­si­guiendo su anhelo.

Y la magia más mag­ní­fica, el mayor de los mila­gros ha tenido lugar: se te ha dado la vida.
Se te ha dado la vida para que esto pudiera ocu­rrir. Para que esto pudiera manifestarse.

¿Qué es esta vida? No la menos­pre­cies.
¿Qué es esta exis­ten­cia? Te diré lo que es esta exis­ten­cia.
Es bas­tante espe­cial. ¿Sabes por qué? Por­que es un puente; es un puente increi­ble entre lo finito y lo infi­nito.
Aquí es donde ocu­rre. Aquí es donde los dos se encuen­tran.
Este es el umbral donde ambos pue­den encon­trarse, donde lo inmor­tal puede expe­ri­men­tar la inmor­ta­li­dad.
No hay nin­gún otro lugar…"

Maharaji